jueves, 8 de octubre de 2009

Crónicas artesanales I

Crónicas artesanales I

Viernes 2 de septiembre de 2009

Hoy comencé la pasantia en el hospital Borda, en el servicio de prealta dentro del emprendimiento “Molineros del Borda”. Antes de comenzar, mis tres compañeras y yo tuvimos una charla con Ana en el aula del 4º piso sobre diferentes temas que abordaban la dinámica del servicio, actividades a realizar, horarios, etc. Ana nos presento a todo el equipo de molineros, donde trabaja una psicóloga social, Dora, y a tres talleristas Tere, Iván y Carlos. Cuando Ana se retiro, Carlos comenzó a explicarme como hacían el papel, paso por paso. Ellos hablaban de otros dos talleristas, que no pudieron venir por descompensaciones. Luego me senté en la mesa con Tere, Iván y Romina, mi compañera de práctica, a desarmar hilo para el papel y ayudar con algunas tareas. También fui a la oficina con Ana para ayudarla a imprimir unas tarjetas que encargo una profesora de Yoga, corroboramos datos, imprimí y recorte 100 tarjetas junto con Romina, mientras escuchábamos curiosas las cómicas peleas entre Tere e Iván.
Tere es una mujer muy divertida y eléctrica, Iván es muy relajado y todo el día controla lo que ella hace o deja de hacer, y la reta “simpáticamente” y desde ahí se genera este juego de peleas cómicas. Carlos no podía hablar muy bien, por una complicación que tiene en la boca, según escuche cuando hablaba con Dora, por causa de una medicación. Comento que se esta haciendo tratar con los odontólogos del hospital.
En cuanto al trabajo artesanal que realizan, me parece maravilloso, de una delicadeza hermosa. Me sorprendió todos los modelos, colores y matices que hay de papeles. Realmente todos nos han recibido muy bien y me hicieron sentir muy cómoda y en confianza desde el principio. Así transcurrió la mañana, yendo de la oficina a molineros, recorriendo un poco el 4º piso, cruzándome con caras conocidas de otras épocas. Por momentos me sentía rara, ajena, caminando por esos largos pasillos pero a medida que fue transcurriendo la mañana de alguna manera, uno va “apropiándose” positivamente del lugar. Y supongo que esto se ira transformando más aun, con el tiempo.
Me gusta lo que hacen, lo que hacemos, lo que se logra en cada nuevo paso, me quede muy conforme en ese sentido.
Finalmente, Tere limpio el piso y acomodo los últimos detalles, mientras Carlos e Iván fumaban en el pasillo antes de ir a almorzar al comedor del mismo piso, a las doce del mediodía. Nos despedimos y luego, nos reunimos con las otras dos compañeras que están en biblioteca. Charlamos acerca de la experiencia, de cómo nos sentimos y ellas nos regalaron 4 libros a cada una que sobraban en biblioteca de una donación masiva. Cuatro tomos de una colección de psicología social de la década del 60, coordinados por Pichón, Ulloa y toda esa maravillosa línea de profesionales, lo cual me alegro mucho. Finalmente saludamos a Ana y a otros profesionales de otros equipos y nos fuimos.
Nuestra jornada había terminado, aunque esto recién empieza.
Me fui entusiasmada, llena de algo difícil de explicar. Curiosa, reflexiva, alegre.
Y cuando esperaba el 100 miraba el hospital, ese bloque gigante de cemento oxidado con persianas a punto de caerse, soñando que alguna vez las altas rejas, se diluyan por fin.

N.P.S

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