viernes, 30 de octubre de 2009

¿Qué es la desinstitucionalización?

Desinstitucionalizar es cuestionar más profundamente el dispositivo institucional en si y el modelo manicomial en el caso de la salud mental en particular. Sin dejar de lado otros tipos de instituciones como la escuela, la familia y el ámbito laboral, que son modelos culturales que también poseen fuertes contradicciones que amenazan de alguna manera la subjetividad de las personas. Cuando me refiero a cuestionar, estoy hablando de poder tomar una posición critica al respecto de las estrategias, técnicas y métodos del dispositivo asilar/manicomial de encierro y también desde el punto del vista del poder lógicamente, tomando como base desde mi perspectiva lo que Foucault expone en el poder psiquiátrico.
La desinstitucionalización responde a la necesidad de crear nuevas normativas, miradas diferentes hacia un horizonte de posibilidades más amplio y flexible en pro de los derechos de todos y cada uno de los ciudadanos que conformamos el pueblo. La desinstitucionalización, de ninguna manera hace referencia a negar las instituciones, es decir que no significa que las instituciones no hacen falta o no son necesarias, tampoco hace referencia a cerrar los hospitales, ni a abandonar al destino a quienes padecen trastornos mentales o carencias materiales y emocionales. Desinstitucionalizar no quiere decir que hay que desplazar a los “locos” o a los “pobres” a otros lugares iguales con diferente nombre pero con lógicas homologas. Tampoco significa seguir creando casitas, o “minibordas” y “minimoyanos” produciendo un ridículo reduccionismo de la situación, que no solo no solucionada nada, sino que disfraza la realidad con estrategias poco eficaces y obsoletas. Esa es una manera de no hacerse cargo, de desplazar, de marginar, de no tomar realmente conciencia de lo que se esta movilizando con este tipo de “ideas” como las de Macri para dar un ejemplo más claro, quien parece no tener noción de las condiciones en las cuales se encuentra el sistema de salud actual de nuestro país.
Desinstitucionalizar implica una relación directa con la producción de una transformación de raíz y un trabajo de prevención intensivo para poder cambiar la realidad que hoy se nos presenta; una superpoblación de pacientes donde siempre sobran excusas para su internación y cronificación, y nunca alcanzan los recursos e insumos para poder rehabilitarlos o mantenerlos en condiciones dignas como todo ser humano merece.
En lo que respecta al movimiento de antipsiquiatria, a nivel mundial, desmanicomialización y desintitucionalización confluyen en puntos de encuentro similares, en cuanto a la reorganización de estructuras, de dispositivos, de ejes, de un cambio de base y trasfondo para poder cambiar la óptica con que se trata a las personas, ya sea con sufrimiento mental, situación de vulnerabilidad social, etc.
Desinstitucionalización siempre significa partir de las necesidades de cada uno de los individuos, como seres autónomos, respetando por sobre todas las cosas su subjetividad y sus derechos. Dejando de lado el viejo y caduco sistema manicomial de encierro, de exclusión, de falta de respeto, de violación de derechos humanos. E incluso también modificando otros dispositivos y maneras de pensar, ya sea en la salud o en el disciplinamiento, tanto del ámbito educacional, laboral o cualquier otra institución con normas y reglas rígidas que moldeen de alguna manera la subjetividad de los individuos. Claro que bajo toda lógica subyace el factor político que siempre es el más fuerte y el más complicado de modificar, porque es el que más poder tiene.
La desinstitucionalización posee una estrecha relación con algunos conceptos como el de salud pública, la acción comunitaria y la participación colectiva. Implica además transformar los vínculos, respetar los derechos humanos, la dignidad propia y ajena y también mejorar los recursos económicos.
En el trabajo de desinstitucionalización es importante informar, brindar apoyo, contención y seguridad a la comunidad toda para que determinadas estructuras puedan ser transformadas, sin que la sociedad ignore sus causas y sepa hacer valer sus derechos.
Desinstitucionalizar, promulgando siempre los derechos de los ciudadanos y promoviendo la salud biopsicosocial, garantizando la vivienda, el trabajo y la salud por encima de sobre todas las cosas...por que la salud es un derecho y los derechos, no deberían negociarse.

N.P.S

Crónicas artesanales IV

30 de octubre de 2009

Llegue a las nueve, temprano podríamos decir porque todos llegan tarde, y me entere que Ana estaba en Mar del Plata. Sergio y Alfonso me dijeron que pase nomás para molineros y ya distinguía la simpática voz de Tere. Solo estábamos ella y yo, así que como siempre me dio el diario el viajero y se fue a hacer algunas cosas personales. Mientras, yo luchaba contra una cucaracha. Volví al hall del 4º piso y Romi estaba dándole monedas a un paciente y Sergio lo reto y Horacio, el paciente, se fue por las escaleras. Al rato llegaron Dora y Alejandro. Parecía que no había nada para hacer, los papeles que habían hecho el día anterior estaban demasiado finos, servían solo dos que Tere iba a planchar y entonces Alejando comenzó a hacer papel. Llego Iván comentando que este era su último día en molineros, que estaba aburrido, que necesitaba hacer algo diferente, como herrería por ejemplo. Considerando que estaban todos dispersos y no encontramos nada útil que hacer, decidimos con Romi ir a leer los historiales clínicos a la oficina de Sergio. Leímos los cuatro, Maria Teresa, Alejandro, Marcelo e Iván. Ante todo quisiera destacar la desprolijidad de los historiales, las fechas mezcladas, la letra, el desorden de hojas, la precaria información que poseen y otras faltas más que no vienen al caso. Un desastre, había comentarios o acotaciones que parecían un chiste. Dejando esa parte “técnica” de lado, encontré solo etiquetas: esquizofrénico, trastorno de ansiedad, depresión, ideación suicida, psicotico, retardo mental leve, epilepsia, ansiedad, esquizofrenia larga duración y más de lo mismo. Una bola de diagnósticos enredados, opuestos en la misma persona, con fechas dispares, inentendibles, certificados de discapacidad etc. Sinceramente, no me resulto para nada llamativo, ni tuvo el peso que creí que podría llegar a tener, saber el “diagnostico” de cada uno. Cuando cerré las carpetas y volví a molineros, para mi ellos seguían siendo Tere, Iván y demás…como si nunca hubiese leído todo eso. Lo único que me quedo más grabado o me intereso leer, fueron las historias familiares, situaciones actuales, parejas, digamos más lo referido a lo vincular y a que sustento social pueden tener afuera en caso de ser externados, en que contexto estarían “insertos” desde lo más micro, a lo más macro que seria la sociedad. Y claro que si, me llamo la atención un caso donde había un juez penal de por medio y situaciones bastante extremas y complicadas.
Aprovechamos también para hablar con Sergio, quien nos comento los requisitos para ser parte de los talleres de prealta, Sergio nos comento que tienen que estar compensados, y que es él quien registra todos estos puntos en las entrevistas individuales que realiza, con los pacientes de cada servicio o consultorios externos, que quiere formar parte. Según leí en los contratos de cada uno de los talleristas, el servicio de prealta depende del departamento de rehabilitación, que supongo dependerá directamente del Borda. Si me detuve a leer esta especie de “contrato” donde dice que los talleristas deben permanecer de 9 a 12 hrs. (no recuerdo bien si era 12 o 13) y algunas cosas, que evidentemente en la practica, no se cumplen.
Luego, volvimos a molineros a hacer lo mismo de siempre. Cortar y deshilachar, deshilachar y cortar. Alejandro hacia papel todo el tiempo, mientras Iván intentaba cortar pero se colgaba constantemente, Tere charlaba con Romi y conmigo, y Dora permanecía en su escritorio a un costado leyendo el libro de pedidos, comentando algunas cuestiones. Justo a mi lado estaba la batidora de papel, que permaneció una hora trabajando, taladrándome la cabeza…en un momento me perdí totalmente de la situación, me abstraje y de alguna manera un tanto inexplicable en palabras, me fusione con el entorno, con el hospital, con la situación. Fue extraño y cuando me sentí incomoda, entonces me cambie de lugar, me aleje de la maquina y me acerque a Tere y Romi que estaban charlando y por el ruido, yo no podía participar ni escuchar nada porque estaba en el otro rincón de la mesa
Respecto de Iván, sinceramente lo note muy desmejorado. No estaba muy bien de cara, prácticamente no hablo y se la paso haciendo movimientos “poco usuales” y ruidos guturales. Después salio a fumar con Alejandro al pasillo y seguía solo, haciendo movimientos circulares, ya sea con la cabeza o el cuerpo y teniendo actitudes que en otro momento no he notado en el. Se quedaron fumando un largo rato afuera, Dora nunca les dijo nada, después Alejandro entro para seguir trabajando e Iván se fue.
Le preguntamos a Dora por Marcelo y dijo “Viene cuando quiere” y también por otros profesionales nos enteramos que en realidad no quiere venir, si no que más bien lo hace por otras cuestiones que no viene al caso comentar pero que en realidad si puede faltar, mejor. Y respecto de Carlos, nos dijo que tenia medico (todas las veces que fuimos sucedió lo mismo). También Romi le pregunto cual era el cargo de ella a lo que Dora respondió, que es psicóloga social y además acompañante terapéutico y que trabaja hace 9 años en molineros, desde que se creo. Después llego Claudia, que es psicóloga y se sentó en la mesa a charlar con Tere, Romi y yo y la verdad es que nos divertimos mucho ¡Cuatro mujeres en una mesa siempre es producente! Charlamos de los hospitales, de la carrera, Claudia nos conto muchisimas cosas de toda su experiencia, después terminamos hablando de poesía, hombres, historia y nos fuimos por las ramas, mientras claro, deshacíamos el hilo. Tere nos dio para leer sus poesías, nos hablo mucho de la radio donde esta, de su vida y una frase me quedo tatuada en la mente “YO SIN LIBERTAD ME MUERO, ME MUERO” repetía, gesticulando exageradamente como suele hacer con carcajadas cómplices y contagiosas. La verdad que una frase así, dentro del Borda, pesa el triple.
Finalmente Iván iba y venia, decía que no quería estar más acá porque se aburre, que Marcelo también se aburre…y medio “en chiste” Dora, Claudia y Tere le decían “Sos malo, nos dejas y te vas, ya vas a volver” y una serie de cuestiones que me llamaron la atención, aunque claro, Iván se reía, no reacciono mal en ningún momento. Tere decía que todos se van “Che al final nos dejan solas” se quejaba.
Ya habíamos hecho dos cajas enteras de hilo, entre chistes y charla, mientras Dora cortaba pétalos que Tere trajo donados por oyentes de su radio. Llego la ansiada hora de la comida, hoy cocinaba el Lic. Sergio, fideos con pesto y todos estaban muy movilizados. Fuimos a ayudar al comedor, las chicas rayaron queso, otras picamos nueces, preparamos los fideos y las mesas. Fuimos preguntando por cada taller, quienes se iban a quedar y finalmente al rato cuando ya estaban todos sentamos comenzamos a servir. Además de algunos pacientes, estaba Dora, Tere, Sergio, la cocinera y nosotros cinco, los pasantes. La comida salio riquísima, todos la disfrutamos mucho compartiendo un lindo momento en el comedor. Ademas, se genero un espacio de confianza y humor muy divertido, con una frase que se uso cada cinco minutos que trajo Tere: “Te lo dejo flotando” y todos nos reíamos. Ante cualquier pregunta o situación aparecía esa frase.
Erica llevo la cámara, nos sacamos fotos, cocinando, comiendo, con pacientes, profesionales y entre nosotros. El clima era de mucha armonía y respeto, de alguna manera me dio mucha alegría y esperanza poder sentarme y compartir esto con ellos, con todos, sin diferencias. Todos sentados en el mismo lugar, todos comiendo lo mismo, digo…sin jerarquías de ningún estilo, al menos no, explícitamente como suele pasar en otros espacios o dispositivos.
Luego levantamos las mesas, limpiamos, lavamos los platos y dejamos todo el comedor limpio antes de despedirnos. Todos nos agradecieron mucho y parecían contentos y satisfechos. Iván nunca llego.
Fue una hermosa jornada, un día muy ambiguo y fluctuante subjetivamente hablando.
Cuando llegue y me entere que Iván se iba, que Carlos nunca puede, que Marcelo no viene casi nunca y que solamente Alejandro trabaja me genero una sensación medio de angustia y desesperanza. Con el correr de la mañana, sumada a la ausencia de Ana y prácticamente también la “ausencia” de Dora esta sensación se acrecentó. Pero luego, con todo el tema de la comida y la emoción por ser los encargados y demás, hubo en mi un recambio energético positivo, volví a pisar la calle con las mismas certezas de siempre intentando no ser extremista y comprender que hay días mejores y peores, solo eso.
Me parece interesante proponer algún tipo de motivación en molineros, porque no es casual que tantos no vengan, o pongan excusas o abandonen el trabajo. Creo que hay una cosa un poco densa, chiclosa, de hacer siempre lo mismo, una rutina marcada, con pocas posibilidades de cambio o autonomía. A lo mejor, siento yo desde mi lugar, que el cambio viene por ahí; debería plantearse otro tipo de dinámica, de división de tareas, incluso dentro del personal mismo creo que hay mucho para modificar, porque hay algo que esta haciendo ruido y creo que es necesario escucharlo.

Los sordos piensan que los que danzan están locos…

N.P. S
30/10/09

jueves, 29 de octubre de 2009

Infierno en el Borda


DENUNCIAS DE “MALTRATO” Y “HUMILLACION” EN EL NEUROPSIQUIATRICO PORTEÑO


Infierno en el Borda


Al referirse a la situación del Hospital Borda, los autores advierten que los pacientes pueden pasar “horas y horas bajo contención”, atados, sin ser atendidos; afirman que existe una especie de “shopping, donde los profesionales eligen para que no les metan un paciente problemático”, y señalan el “aprendizaje vivencial” que el paciente efectúa “cuando un enfermero lo levanta a los gritos para insultarlo”.



“La admisión es un infierno”, se escucha frecuentemente entre los pacientes. Y sí, arde, quema, arrasa como el fuego con la subjetividad del paciente y lo somete a una nueva cultura: la manicomial. Un paciente ingresa en la guardia del Hospital Borda. Es probable que haya ingresado por los poco precisos diagnósticos de “descompensación psicótica”, “alcoholismo crónico”, “ideación suicida”, entre otros. Esta persona llega, en el mejor de los casos con una familia contenedora, o, en el peor de los casos, en un móvil policial, con personas que no están preparadas para lidiar con estas crisis, y no sería raro que haya recibido alguna golpiza. El paciente es llevado a la guardia, donde se realiza la entrevista psiquiátrica; en muchas ocasiones, la bienvenida es un medicamento inyectable. A partir de ahí es derivado al servicio de admisión: servicio de arrasamiento subjetivo por excelencia. Al llegar a la admisión, se le retiran las pertenencias, que van a parar al depósito hospitalario; no se le permite ver a los familiares, que a esta altura están angustiados, perplejos y con miedo de dejar a su ser querido en este lugar. Estos familiares, en la mayoría de los casos, no reciben contención verbal. Se pueden escuchar diálogos donde el familiar dice: “... Bueno, le dejo una toalla, un cepillo de dientes, algo para que se higienice”, en un intento de mantener hábitos que el paciente venía sosteniendo. “Sí”, se le responde, pero, a poco de ingresar, sus pertenencias desaparecen.Eran las pertenencias que lo ligaban con su cotidianidad. A largo plazo desaparecerán también los hábitos adquiridos, en un proceso de desculturización. Los referentes identificatorios se van esfumando: corte de pelo compulsivo, ropa que no elige; no hay espejos ni relojes, puede pasar días sin mirarse y sin saber día y hora. Así se abre paso una nueva enfermedad: la enfermedad institucional.A veces se aplica la contención física, método que anula por completo el decir del sujeto. Si bien en algunos casos puede ser necesaria para que no se lastime, pueden pasar horas y horas bajo “contención” –si tiene la mala suerte de ingresar un fin de semana– sin que nadie le pregunte sobre su padecer. Es usual escuchar gritos, dada la violentación institucional que sufren estos pacientes, lo cual lleva a más medicación. Todo esto sucede mientras los enfermeros, en ocasiones, juegan al truco al lado de la sala de contención.Si uno ingresa en el servicio, puede ver expresiones de perplejidad en los rostros de los pacientes; confusión, miedo, mientras deambulan en círculo en un espacio enloquecedor. Condiciones estas que llevaron a un paciente, a causa de su delirio, a calmar el sufrimiento del compañero que, “contenido”, gritaba, asfixiándolo con una almohada hasta matarlo. Este paciente fue judicializado. Pacientes muertos, llevados en tablones por otros compañeros, se ven por el hospital, tapados con una frazada rota, tratando de que no se caiga; partes de este cuerpo que estuvo muerto para muchos, antes de la muerte física, cuelgan del tablón. Y bueno, total, como escuchamos decir por televisión al director del hospital, “siempre se muere algún paciente”. Desde la más alta jerarquía del hospital quedan naturalizadas las prácticas más aberrantes.El servicio de admisión, por ser un lugar cerrado, también es usado como servicio de castigo. La frase “el que se porta mal va a ir a parar a admisión” es de uso común. En la misma admisión se ha escuchado: “Si seguís jodiendo te doy electroshock”. Y por si esto fuera poco, esta crónica delirante sigue.Si se decide que el paciente pase al interior del hospital, el siguiente paso en el arrasamiento subjetivo es el shopping de pacientes. Sí, en el Borda también hay shopping. En lugar de productos, se eligen personas. Para el profesional, lo mejor es conocer a alguien en admisión, para que no le metan “un caño”: un paciente problemático, ya sea por su situación legal, sus conductas o sus pocas posibilidades de externación, que baja el promedio del giro-cama. Es frecuente escuchar frases como: “Yo soy amigo, así que me da algo bueno, un psicótico tranquilo, con familia”. También son comunes los intercambios de mercancías, del estilo de: “Me llevo dos psicóticos y te dejo un adicto”. O se puede escuchar: “Esperame hasta mañana que tengo uno bueno pero le falta”.Luego de ser elegido para un servicio, de las características de éste dependerá en gran medida la duración de su internación. Una internación puede durar un mes o varios años. En primer término, se le realizará una nueva entrevista de admisión. Esta debería ser interdisciplinaria, pero la gran mayoría son realizadas exclusivamente por psiquiatras. Cualquier persona con cierto sentido común supondría que se realiza en un consultorio cerrado, con una cierta intimidad y contención, donde el paciente pueda contar, nada más ni nada menos, qué lo trae por el hospital, relato generalmente cargado de angustia, confusión, bronca, enojo, depresión y otros sentires. Sumado a la crisis que llevó al paciente a ser internado, son esperables cierto temor y confusión sobre cómo será la internación, con toda la representación social alrededor de lo que es un manicomio, en este caso el Borda. Lo más lógico sería explicarle al paciente en qué servicio está, cómo va a ser su tratamiento, con qué actividades cuenta el servicio, mostrarle su cama y las instalaciones, presentarle a sus compañeros, asignarle un tutor que lo acompañe en los primeros días, explicarle las reglas de convivencia y demás cuestiones.Pero la entrevista es generalmente un interrogatorio cuasi-policial plagado de preguntas, a veces de tal forma que la siguiente pregunta se superpone a la respuesta del paciente a la pregunta previa. En la entrevista puede haber hasta cinco psiquiatras, de estricto guardapolvo blanco, con una mesa de por medio, enfrentados –en los múltiples significados de la palabra– al paciente. Por supuesto que los entrevistadores se reservan el derecho de atender su teléfono celular y hablar a los gritos por sobre el discurso del paciente, discutir la medicación de otra persona, interrumpir, levantarse y salir del consultorio. A su vez, cualquier profesional del servicio tiene derecho a entrar y salir del consultorio u office donde se esté haciendo la entrevista. El paciente no recibirá ningún tipo de explicación sobre su situación ni sobre su internación, excepto cuando se trate de un paciente internado bajo juzgado penal, al que se le advierte que tiene prohibido salir del hospital. Las preguntas sobre los síntomas no suelen realizarse con la mayor sutileza:–¿Y escuchás voces?–No.–¿Seguro?–Sí.–¿Y pensás que alguien te persigue?–No.–Bueno, no te escapes, eh.Cuando el paciente crea que el suplicio de la entrevista de admisión finalmente terminó, se llevará la sorpresa de que puede repetirse ad aeternum, según el interés o dudas que su caso genere en los psiquiatras. Un mismo paciente puede tener hasta seis o siete entrevistas de admisión: un zoológico donde lo visitan estudiantes de diferentes carreras en diferentes universidades, arrasando su intimidad. Ya está instalado el poder psiquiátrico, ya está a merced de quien tiene en sus manos la decisión más importante para él: cuándo puede irse de este infierno. Es por esto que nunca se niegan a estos interrogatorios. Franco Basaglia lo explica muy claramente cuando dice: “En los manicomios cerrados el enfermo pregunta ‘¿Cuándo vuelvo a casa?’ y el médico responde: ‘Mañana’. Esta es la respuesta que quien tiene poder da siempre al oprimido” (La condena de ser loco y pobre. Alternativas al manicomio, Ed. Topía, Bs. As., 2008; Página/12 publicó un fragmento hace dos jueves).Cuando salga de la entrevista deberá apelar a la solidaridad de algún compañero, de los que por suerte nunca faltan, que le cuente medianamente algunas mínimas cuestiones del servicio. Para conocer las reglas implícitas del mismo, siempre estará la irremplazable experiencia del aprendizaje vivencial: cuando un enfermero lo levante a los gritos para insultarlo por cambiarse de cama o porque no se levantó para tomar la medicación o porque no se bañó. Otro ingrediente de las lógicas manicomiales: la infantilización del paciente, en el marco del maltrato y la humillación.


Por Verónica Hollmann * y Juan Pedro Iribarne **

* Psicóloga.

** Estudiante de Psicología en la UBA.


El texto es parte de un artículo que aparecerá en el próximo número de la revista Topía.


“Ya no soy / de aquí: apenas me siento una memoria / de paso. Mi confianza se apoya en el profundo desprecio / por este mundo desgraciado. Le daré / la vida para que nada siga como está” Solicitada, de Paco Urondo.

viernes, 16 de octubre de 2009

Crónicas artesanales III

Viernes 16 de Octubre de 2009

Hoy arranco el día temprano y enérgico. El ascensor no andaba, por lo cual tuve que subir los cuatro pisos por escalera. Como subía sola y despacio, me detuve a leer las paredes, los comentarios hechos por los internos supongo, y observar también los dibujos. Me quede sorprendida y sumamente interesada con algunos.
Cuando llegue a molineros, ni Carlos, ni Iván estaban presentes pero dos talleristas que aun no conocíamos se sumaron. Alejandro y Marcelo. Empezamos cortando papel con la cortadora, lo cual nos llevo un buen rato hasta que le tomamos bien la mano y las medidas exactas. Estaban también, Tere, Dora la psicóloga social y en algunos momentos Alejandra, pasante de medicina. Más tarde Carlos se fue a comprar flores con Claudia, Tere hilo sedal e Iván tenia dolor de panza y por eso no había podido venir.
Luego concurrí a la oficina con Ana para hacer varias tarjetas, que estuve confeccionando con Alfonso porque Ana estaba con varias ocupaciones. Iba y venia de la oficina de Alfonso a la de Sergio: tijera, regla, hojas ¿Así te parece? ¿Dónde esta Ana? ¿La corto? ¿Imprimo? Si bien me siento cada vez más segura y con cierta autonomía, nunca dejo de consultar o preguntar antes de hacer algo. Luego que termine todos los pedidos en la oficina, volví a molineros y estuvimos con las tareas de siempre; desarmar hilo, ordenar un poco, separar papeles. De repente Ana entro con mucha energía y revoluciono el lugar. Empezamos a cambiar los muebles, correrlos de lugar, limpiar, sacar, tirar, subir cosas con la escalera…nadie entendía mucho nada y ella comento que quería poner una vacha más y necesitábamos hacer espacio. Además, sinceramente, había muchas cosas para tirar y descartar. Barrimos, pasamos el trapo y ordenamos bastante. Llevábamos al comedor lo que era para tirar. Dora les decía a Marcelo y Alejandro, que ayuden, que hagan algo, que se muevan. Alejandro parece tímido, un tanto lento y muy callado. Marcelo habla más y sale a fumar a cada rato. Claudia les pregunto si tenían permiso para salir, pero ambos dijeron que no (para ir a comprar flores con ella). También Tere colaboro con la limpieza y el orden, como siempre simpática bien predispuesta. La jornada término cuando llenamos tres cajas de hilo, ordenamos los últimos detalles y dejamos todo limpio para el lunes. Se fueron todos a almorzar al comedor, Ana se había ido antes, por lo cual nos juntamos con nuestros compañeros que están en biblioteca y charlamos mientras bajábamos por la escalera (porque el ascensor aun no andaba) y luego seguimos comentando cuestiones del día, en la puerta. Allí nos intercepto Pajarito, un interno o externado ya aun no lo sé, que yo conocía de cuando iba a la Colifata. Hablo muy rápido de temas referidos a la plata y el juego y finalmente acoto que si no nos aumentaban el sueldo, el no nos dirigía más la palabra. Cruzo y se fue, alejándose del hospital y de nosotros. Me sorprendió verlo así, porque hace unos cinco años cuando yo lo conocí, estaba externado y en mejores condiciones, aparentemente.
Quisiera recalcar que fue una mañana turbulenta, no en cuanto a molineros en si, pero si respecto de otras cuestiones que estuvieron pasando en el sector de prealta, de las cuales yo estuve al tanto por permanecer gran parte de la mañana en las oficinas. El ascensor no anduvo nunca y eso fue todo un tema. Los talleristas de bolsas de polietileno tenían que subir cosas pesadas, que subían, que no, como, cuantos. Y otras cuestiones que no vienen al caso, pero que en algún punto tenían que ver con este problema del movimiento y demás.
Cuando estaba en la oficina con Sergio cortando tarjetas de casamiento, en chiste el acoto “¿Viste? Estudiaste psicología para esto, para terminar cortando tarjetas ¿¡Quien lo iba a imaginar!?”. Yo me reí cómplice y seguimos trabajando, pero me parece un punto para reflexionar, no tanto desde su postura que claramente fue en chiste, pero si desde mi postura en este emprendimiento, el rol que ocupamos como pasantes, estudiantes. Que nos correspondería hacer, que no, porque y como. Y como se relacionan de alguna manera, nuestra profesión con estas cuestiones más bien prácticas y artísticas, y sobre todo artesanales en este caso.
El arte sano lo cura. Que extrañas paradojas esconden las palabras.

N.P.S

viernes, 9 de octubre de 2009

Crónicas artesanales II

Viernes 9 de octubre de 2009

Hoy llegue a las nueve al hospital y Romi mi compañera, también. Esperamos a Ana y los demás en el hall, más de veinte minutos, mientras saludábamos y hablábamos con talleristas e internos que transitaban el 4º piso. Adrián, un interno, nos llevo a conocer en el 3º piso el centro cultural de Arteterapia. Un lugar hermosísimo, lleno de cuadros, pinturas y Arte desparramado por donde miraba. Placares, sillas, paredes, todo decorado. Una belleza. También pasamos por el servicio de internación femenino, entre otras cosas. Luego llego Ana, Tere abrí molineros y así empezó la jornada. Uno de los talleristas había salido con Dora, la psicóloga social, a conseguir el certificado de incapacidad por lo cual estaban ausentes. Alejandro estaba enfermo e Iván y Marcelo, faltaron sin previo aviso y no los encontraros en sus servicios tampoco. Por lo cual en molineros solo estábamos Tere, Romi y yo. Comenzamos deshilachando el hilo. Cortar, desarmar, desarmar, cortar. Después fui a la oficina con Ana, prepare dos tarjetas en la computadora. Una para un enfermero y otra para una reikista e imprimí varias hojas, que después cortamos con Romi para agilizar los pedidos. También vino un cliente para verificar el papel y las tarjetas de 15 para su hija. En ese momento Ana estaba ocupada, por ende yo atendí como pude al señor pero realmente todo fue más sencillo de lo que creía y me sentí muy cómoda.
La mañana estuvo rara, molineros ausente. No había venido nadie, una deserción total. Tere no dejaba de quejarse de la irresponsabilidad del resto. Mientras cortábamos el hilo, charlamos con ella de varias cuestiones de su vida, de su pasado, su esposo, sus padres y anécdotas muy graciosas que nos hicieron reír. También en algunos momentos participo Alejandra, una residente de medicina.
Finalizo la jornada y nos juntamos los cinco pasantes en una oficina a charlar sobre lo acontecido. Luego llego Ana y este fue el punto más interesante de la mañana. Rápidamente nos comento algunas cuestiones del orden de lo simbólico y también de cómo la realidad se impone constantemente para “los de afuera, los de adentro y los del medio”. Ella hacia referencia a que los talleristas de molineros tienen un contrato, y cobran por el trabajo que hacen y que no pueden faltar porque si, sin justificación y aviso por que “les duele la cabeza o están deprimidos”. Esto es un trabajo y hay una demanda real de un cliente que pide tanta cantidades de tarjetas o papel y lo que sucede es que se acumulan los pedidos si no hay nadie que este haciendo el papel, para que otro grupo pueda imprimir, cortar y terminar la entrega. Y también charlamos acerca de otras cuestiones más referidas al ámbito de la biblioteca, pero no menos interesantes. Cuestiones que parecen de sentido común y obvias y que sin embargo, en la práctica no responden a esos parámetros. Fue una linda jornada, me fui sintiendo más cómoda y mucho más segura con todo, respecto de cómo manejarme, que hacer o dejar de hacer.

Dos cuestiones nimias, o no, me quedaron dando vueltas. Por un lado, la psicóloga social justo cuando nos íbamos llego con Carlos de hacer el trámite. Todo había salido bien y quiso guardar el certificado en la carpeta que pertenecía a Carlos dentro de los historiales. Entonces pregunto: ¿Vos sos Carlos Pérez, no? Y Ana, que estaba ahí respondió “No, es el Carlos xxx”. Me llamo la atención que ella que es parte del equipo de molineros y que además es acompañante terapéutica de Carlos, no sepa ni siquiera su apellido. Por otro lado, cuando estábamos por cerrar molineros una profesional que esta a veces por el piso, Claudia, que no se bien aun cual es su cargo, hablaba con Tere. Ella le pregunto como estaba afuera y Claudia respondió: “Afuera esta lindo, hay sol. No es como acá adentro que siempre hace frío”. Una frase de lo más común y natural, todos los que estamos “ahí” sabemos que el hospital es muy frío. Lo que me quedo resonando fue “Adentro, afuera” “lindo, feo” “calor, frío” “acá, allá”.
Las diferencias y los limites, como si fueran dos mundos limítrofes.
De hecho, a veces, parecen serlo…aunque no sea más que una realidad impuesta.

N.P.S

jueves, 8 de octubre de 2009

Crónicas artesanales I

Crónicas artesanales I

Viernes 2 de septiembre de 2009

Hoy comencé la pasantia en el hospital Borda, en el servicio de prealta dentro del emprendimiento “Molineros del Borda”. Antes de comenzar, mis tres compañeras y yo tuvimos una charla con Ana en el aula del 4º piso sobre diferentes temas que abordaban la dinámica del servicio, actividades a realizar, horarios, etc. Ana nos presento a todo el equipo de molineros, donde trabaja una psicóloga social, Dora, y a tres talleristas Tere, Iván y Carlos. Cuando Ana se retiro, Carlos comenzó a explicarme como hacían el papel, paso por paso. Ellos hablaban de otros dos talleristas, que no pudieron venir por descompensaciones. Luego me senté en la mesa con Tere, Iván y Romina, mi compañera de práctica, a desarmar hilo para el papel y ayudar con algunas tareas. También fui a la oficina con Ana para ayudarla a imprimir unas tarjetas que encargo una profesora de Yoga, corroboramos datos, imprimí y recorte 100 tarjetas junto con Romina, mientras escuchábamos curiosas las cómicas peleas entre Tere e Iván.
Tere es una mujer muy divertida y eléctrica, Iván es muy relajado y todo el día controla lo que ella hace o deja de hacer, y la reta “simpáticamente” y desde ahí se genera este juego de peleas cómicas. Carlos no podía hablar muy bien, por una complicación que tiene en la boca, según escuche cuando hablaba con Dora, por causa de una medicación. Comento que se esta haciendo tratar con los odontólogos del hospital.
En cuanto al trabajo artesanal que realizan, me parece maravilloso, de una delicadeza hermosa. Me sorprendió todos los modelos, colores y matices que hay de papeles. Realmente todos nos han recibido muy bien y me hicieron sentir muy cómoda y en confianza desde el principio. Así transcurrió la mañana, yendo de la oficina a molineros, recorriendo un poco el 4º piso, cruzándome con caras conocidas de otras épocas. Por momentos me sentía rara, ajena, caminando por esos largos pasillos pero a medida que fue transcurriendo la mañana de alguna manera, uno va “apropiándose” positivamente del lugar. Y supongo que esto se ira transformando más aun, con el tiempo.
Me gusta lo que hacen, lo que hacemos, lo que se logra en cada nuevo paso, me quede muy conforme en ese sentido.
Finalmente, Tere limpio el piso y acomodo los últimos detalles, mientras Carlos e Iván fumaban en el pasillo antes de ir a almorzar al comedor del mismo piso, a las doce del mediodía. Nos despedimos y luego, nos reunimos con las otras dos compañeras que están en biblioteca. Charlamos acerca de la experiencia, de cómo nos sentimos y ellas nos regalaron 4 libros a cada una que sobraban en biblioteca de una donación masiva. Cuatro tomos de una colección de psicología social de la década del 60, coordinados por Pichón, Ulloa y toda esa maravillosa línea de profesionales, lo cual me alegro mucho. Finalmente saludamos a Ana y a otros profesionales de otros equipos y nos fuimos.
Nuestra jornada había terminado, aunque esto recién empieza.
Me fui entusiasmada, llena de algo difícil de explicar. Curiosa, reflexiva, alegre.
Y cuando esperaba el 100 miraba el hospital, ese bloque gigante de cemento oxidado con persianas a punto de caerse, soñando que alguna vez las altas rejas, se diluyan por fin.

N.P.S

jueves, 1 de octubre de 2009

Crónicas rehabilitadas

25 de septiembre de 2009

Hoy participamos del décimo aniversario del programa de rehabilitación y externación asistida (PREA) del hospital Esteves. La jornada se realizo en Temperley en el centro de día “Libremente”. El lugar era lindo, armonioso y las charlas se dieron en un patio trasero con un pequeño parque. Comenzó hablando el director del hospital, el Dr. Julio Ainstein comentando como se fue dando el proyecto y haciendo hincapié en la recuperación de derechos, en la transformación institucional y en la dignidad de los sujetos. Focalizo su interés en evitar internaciones innecesarias, que estas sean más breves, que haya más recursos y mayor disponibilidad de camas. Resalto también, la importancia del sector de enfermería, a quienes todos les brindamos un aplauso. Luego, el Dr. Juan Carlos Stagnaro (Presidente APSA) retomo la cuestión de la recuperación de derechos ciudadanos y la reinserción social. “El clásico hospital psiquiátrico, no tiene razón de ser, pero de alguna manera se siguen sosteniendo” exclamo. Comento que el término “crónico” que es tomado de la medicina, debería reeverse en psiquiatría. Y en cuanto a esto hablo de la base biológica de los pacientes que no muestras deterioros progresivos y que hay pacientes que no producen recaídas. Resalto la importancia del apoyo psicosocial, como complemento biológico y la resiliencia. Después marco una diferencia entre la remisión y la rehabilitación y en cuanto a la medicación, dijo que sirve para algunos síntomas pero que no le pidamos más de lo que pueden dar. Como critica dijo que desde afuera se conoce poco esta experiencia y propuso que la difundamos más. Realmente me sorprendió el discurso de Stagnaro porque es psiquiatra y en mi imaginario, los psiquiatras son médicos que sobremedican y que están lejos de asumir sus errores, sus fallas en la práctica y otras tantas cuestiones más. Sin embargo, cada vez son más los psiquiatras que conozco que promulgan este tipo de practicas desmanicomializadoras y eso es un gran alivio. Prosiguió la charla, el Dr. Carlos Dinano (Director de la Unidad Coordinadora de Salud Mental de la Nación) quien resalto la tarea comunitaria como un punto importante y también la necesidad de difundir este tipo de emprendimientos. (En este momento le cedí mi asiento a una mujer y por lo tanto deje de anotar y perdí un poco el hilo de la crónica por eso no recuerdo puntualmente lo que Dinano comento). Tomo la palabra Jorge Pellegrini, Doctor en Psiquiatría, quien es además vicegobernador de la Provincia de San Luis y fue galardonado a nivel mundial por sus trabajos en inclusión para enfermos. El discurso de Jorge fue realmente impecable y maravilloso, para aplaudirlo de pie. Muy reflexivo, muy sensible y a la vez muy realista y frontal. Supongo que había escuchado hablar de él, pero no lo conocía personalmente y sinceramente me intereso muchísimo y en algún punto me hizo acordar a Alfredo Moffat, una persona que es un modelo para mí. Explicar el discurso de Jorge me parece imposible, pero es un claro defensor de los derechos humanos y de la recuperación de los mismos, de la integración social y el trabajo comunitario. Incluso nombro a Pichon Riviere, como “El Padre” de este tipo de emprendimientos.
Después prosiguió la charla el Dr. Marcelo Brisuela (Juez de Lomas de Zamora) con un discurso muy útil y también conciente respecto de las prácticas que se realizan. Lógicamente, el se aboco más al marco legal e hizo hincapié en lo importante que es que él trabajo en Lomas de Zamora y no en otro lugar por todo lo que se aprende en lugares con las características que este tiene. Concluyeron la charla la Lic. Roxana Amendolaro (CELS) y el Lic. Jorge Rossetto (Director de la Colonia Montes de Oca), quienes comentaron que tipo de prácticas ejercen ellos en articulación con las prácticas desmanicomiales. Finalmente se hizo un pequeño receso y en este momento, toda la comisión junto a Estefi y Laura, nos juntamos para comentar algunos puntos de la visita y nos retiramos cerca de las 13 hr, por una cuestión de horarios y sobre todo porque el P.R.E.A nos quedaba muy lejos a todos y teníamos otras responsabilidades que atender. Lo que se iba a presentar luego me pareció muy interesante: palabras de usuarias del programa y autoridades, entre otras charlas, pero lamentablemente no pude ser testigo de esa parte. De todas maneras me pareció muy rico todo el material que escuchamos, lo que uno aprende de alguna manera escuchando a profesionales tan involucrados en estas cuestiones y tan respetados, sobre todo. Cuando me “entere” de la existencia del P.R.E.A lo primero que se me vino a la cabeza fue el exitoso programa de televisión que hace unos años se daba por canal 13 “Locas de amor”. Un grupo de tres mujeres externadas que vivian en una casa de medio camino y eran visitadas por su psiquiatra determinadas veces a la semana. Yo, y creo que muchas personas más, enseguida lo unimos a eso. A una ficción que en es tomada de la realidad. Porque la realidad, siempre, supera la ficción.

N. P. S