viernes, 13 de noviembre de 2009

Crónicas artesanales VI

13 de noviembre de 2009

La realidad nos atraviesa otra vez. No anda el ascensor, se rompieron las dos licuadoras de Molineros y la humedad no ayuda. Llego temprano y como de costumbre, solo esta Tere…pero enseguida llega Marcelo. Abrimos Molineros, una compañera del curso viene de visita y yo intento explicarle el funcionamiento del dispositivo. Ana va y viene, Alfonso y Sergio están de vacaciones y todo esta medio convulsionado. Al rato comienzan a llegar más talleristas, Carlos y Alejandro, Dora y mi compañera Romi. Durante la mañana hicimos tareas como cortar tarjetas, romper papel y yo le ayude a Ana encargándome de imprimir cien tarjetas. Fui un día armonioso, a pesar de ser diferente porque no podíamos producir papel. Nunca hubo tanta gente en Molineros desde que llegamos. Cuatro talleristas, Dora y tres pasantes. Prendimos la radio, logramos sintonizar la mega y el ambiente se volvió cómplice, Alejandro hizo chistes sobre Tere que nos hicieron reír mucho a todos. Marcelo en cuanto pudo, huyo (como acoto Tere risueña) y nunca volvió. En un momento paso Iván (ex tallerista), nos pidió que le cuidáramos el reloj porque iba al gimnasio. A los dos segundos volvió y dijo “quise levantar una pesa y no pude, y me fui” y todos nos tentamos, incluso él. Nos pidió el reloj y se fue. También estuvimos recortando y repartiéndonos volantes sobre la actividad que se realizara el martes en la facultad, del Frente de Artistas. Luego, cuando ya no había demasiado más que hacer y me dolían los dedos de cortar papel me fui un rato a la biblioteca, a observar el funcionamiento, a ver que libros tenían, a escuchar a los pacientes, a hacer compañía y charlas con mis compañeros. También fuimos con Romi a conocer el gimnasio y la cancha. La mañana termino cuando todos comenzaron a irse a almorzar como de costumbre. Esta es la anteúltima vez que asistimos como pasantes de la práctica a este dispositivo. Le comente a Romi, que me gustaría quedarme y a ella también, intentamos hablar con Ana pero no la encontramos.
Y si, aun no logro distanciarme emocionalmente de los talleristas, no logro la “disociación” que supuestamente hay que lograr, la famosa transferencia y demás. No solo con ellos, sino con la institución misma, con el espacio.
Es difícil, pero sobre todo, es. Yo tengo ganas de seguir siendo parte, de aprender, de cooperar, de estar presente. De estar siendo y fluir, en un lugar que me hace sentir cómoda y parte del todo.

N. P. S

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